Juan Liscano

Hay actitudes humanas persistentes las cuales no se deben a factores del instinto o del organismo, sino a reacciones psicológicas enraizadas en el alma y en la mente. Así, el ser humano se muestra reacio a ser explotado por su semejante; a aceptar la dominación de un gobernante injusto, corrupto y cruel; a formar parte de un grupo de esclavos. Esas constantes psicológicas y psíquicas han alentado y seguirán alentando las rebeliones de mayorías contra minorías injustas validas de su poder para enriquecerse y poner a su servicio las instituciones de la justicia, la cual, de por sí, es una noción humana fundamental en la Ley, creada por los mismos hombres para regir sus relaciones.

El desmoronamiento de los brutales movimientos totalitarios de este siglo, se debe al rechazo colectivo de quienes sufrieron esos regímenes. El comunismo cometió un error que le costó su existencia como el más vasto movimiento político internacional existente, inspirado inicialmente, por la idea de la justicia social: el de convertirse en minoría explotadora, el de traicionar los principios de una justicia natural.

Creó o mejor dicho; perfeccionó una teología laica de acatamiento obligatorio, fundamentada en ideas de justicia social, de fraternidad y solidaridad internacionales de comunidad, de trabajo y paz. Stalin se sirvió de esta teología para implantar feroz dictadura personalista. Se siguió cumpliendo el sino de la Revolución Francesa abocada al terror y a la dictadura.

El siglo XX llevó el terrorismo de Estado a su mayor expansión con Stalin, Mao, el nazismo y el fascismo. Ahora impera, sin rival ideológico, el economicismo capitalista internacional. No por eso desaparecerá el impulso de lucha de clases, ni cesará el rechazo a la injusticia social fundada en la explotación del hombre por el hombre, y seguirán floreciendo las utopías igualitaristas.

Dentro de ese marco natural de reacciones profundas del alma humana por crear sociedades justas, se inscribe la poesía de Tarek William Saab. Diré más: esa poesía en varias partes constituye en su esencia espiritual, el rescate de la teología revolucionaria como doctrina de salvación. Eso lo advirtió con su gran inteligencia crítica, Jesús Sanoja Hernández, cuando apuntó que sus versos eran “algo más que un instrumento de lucha, de venganza o de destrucción. Son una parábola, un intento de apertura desde el centro de la existencia, un sueño santificado por las armas”. Así mismo el excelente ensayista Víctor Bravo acertadamente escribió: “La poesía de Tarek William Saab se bifurca en esos dos caminos que son a veces dos mundos paralelos que se miran y contrastan en sus tonos y expresiones, y confluyen en una sola actitud expresiva: compromiso militante y de insurgencia con las colectividades heridas por la ferocidad del poder y confesión transfiguradora del hombre que, desde su soledad avanza hacia las transparencia y el enigma de lo amoroso”.

Marcado por su militancia revolucionaria desde su adolescencia, Tarek, de ascendencia árabe, redescubre el espíritu de la guerra santa en su gestión política venezolana, y mezcla en su poesía compuesta en forma arquitectónica barroca, símbolos cristianos fundamentales con la ilusión desmesurada de contribuir mítica y también de un modo cívico, no solo con la exaltación de los explotados, sino con la condenación de los culpables:

Me pregunto
cómo podré reunir todo el estiércol posible
en una metáfora.
para decirles para siempre
que se hundan con ella

Significativamente el título de este epigrama es “Pinta a las puertas de Miraflores”

Lo notable de estos versos es que descansan enteramente en un lenguaje creado para el efecto del poema cartel, eludiendo lo chabacano, lo prosaico, los clichés, lo burdo y directo de ese género. Clama con voz de profecía, venganza y castigo ineludiblemente confiados a la acción la cual entraña el porvenir. Saab, con sus poemas amolados, recorridos por ráfagas de erotismo sublimado y políticismo ennoblecido, “custodiado de lo que vendrá” integra un sentir justiciero no solo a la poesía, sino a los religiosos críticos, y a su ser “respirando a tientas la rebelión”.

Usurpado el oro y
La cruz
esta República de tristes
saluda a los derrotados
Declinada la ovación al tirano
dan las doce
Las doce a media asta

Levantados al paso del vacío

Se impone señalar que toda la poesía publicada por Tarek, que comprende los títulos: Los ríos de la ira (1987), El hacha de los santos (1992), Poesía al día (varios autores, 1993) y Al Fatah (México, 1994), da la medida de un registro poético amplio que abarca desde un acendrado lirismo erótico, sensual, luminoso, dolido o entusiasta hasta la contribución a la lucha por la justicia social, contenida en El hacha de los santos, construcción lingüística difícil y poderosa, en la que el poeta vierte en las palabras de redención, toda la fuerza de convicción del luchador cívico que ha sido desde su juventud.

Dicho todo esto, puedo agregar que a muchas reflexiones se presentarían sus libros, tanto en el estilo contagioso por efusivo de sus poemas líricos, cuanto en ese fresco escrito por un “mandato que hiere el alma”, voz embravecida de un furor cercano a lo sagrado, a la imprecación ante las ignonimias emanadas del poder y del dinero, binomio infernal contrapuesto al impulso del amor y de fraternidad, desde los orígenes de la especie…

II

No hay duda de que la poesía está viviendo una etapa tan confusa y amenazadora como las sociedades del mundo. Tras 25 mil años de tránsito por el planeta, los humanos no han logrado, en ningún suceso colectivo, escapar al impulso infernal de la ambición de poder de sus semejantes, antes revestido de metafísica y simbolismo, trascendente, hoy cínicamente despojado de cualquier significación religiosa o espiritual. Como lo expuso Kropotkin, hace años con la buena fe utopista del anarquismo, hay una relación circular inevitable entre el poder económico creador de clases y el poder político del Estado. Ambos se alimentan, desde que apareció el hombre, en la fragua del infierno de las ambiciones de mando, privilegio y dominio sobre el semejante más débil.

En la antigüedad, algunas normas atemperaban esa avidez innata en el ser humano: la idea de poseer secretos claves para la iluminación, el respeto a los ancianos (aún se conserva en sociedades primitivas), la idea del más allá. Hoy el capitalismo transnacional economicista no tiene sino dos meta: el crecimiento y la ganancia. Al servicio de la producción de cosas está la ciencia, la tecnología, el mercado; la humanidad.

Por eso la poesía está viviendo entre monstruos nacidos del afán, de poder y dinero, como hace poco vivió entre los monstruos del totalitarismo político. El peligro mayor no es que la poesía se seque como los ríos de Venezuela por descuido ecológico, sino que siga hablando sólo en función del mercado, del economicismo antihumanista, de la tecnología puramente audiovisual, de esa literatura “bestselleriana” parecida a la producción en serie.

Como ruptura con todo eso, Los ríos de la ira, Príncipe de lluvia y duelo, Al Fatah y el nuevo libro inédito de Tarek, nos lo revela como un extraordinario poeta lírico y erótico, hasta el punto que más de uno, como el poeta Luís Alberto Crespo- quien ha sido su atento lector – piensa que esa vertiente de escritura suya, merece un tenaz cultivo: Su poder de creación metafórica responde a un afinamiento intenso debido, quizás, a su ascendencia árabe. Sería un caso como el de Luís García Morales, también de ascendencia libanesa, cuyo último libro, De sol a sol, maravilló y exalto por su lirismo y lenguaje metafórico y transfigurador. Lo mismo siento al leer la poesía lírica de Saab la cual corre tumultuosamente fluvial, entre galerías de bosque ribereños, saltos de agua, fondo de roca lascerante, raudales para cruzar a pie. Ahonda en las refracciones del deseo, los espacios de la fantasía erótica y las llanuras horadadas por el caminar. Se pliega a una condición prometeica, de atado a la roca; también esa condenación de hombre en el mundo, tiene su nobleza.

Salvo

Acortamos paulatinamente el sendero al Hades
Condenados por el Libro al batir de dientes
y al incienso del azufre
somos acusados
Carentes del don de la continencia
sin embargo
poseemos el sentido del orgasmo y la contemplación
por que la culpa unida a la belleza
dormidos plácidamente en las plantaciones
los amantes crecen libres de pecado.

(Caracas, 1993)

Juan Liscano TWS