Gustavo Pereira
Es un privilegio escribir algunas palabras en el pórtico de este primer libro de poemas de Tarek William Saab. Los Ríos de la Ira , (El iniciado), en su doble valor semántico (puesto que sugiere no sólo a quien se ha ganado a si mismo para el Gran Sendero o Camino de la Poesía, sino también a quien se instruye en las cosas del mundo y de los hombres), nos revela a un poeta de acento mayor, dotado tanto para los desgarramientos solidarios y redentores que son, como muchos saben , manifestaciones del más alto amor, como para la ternura y la melancolía, esa suerte de inquietud o extrañeza que cantaba Liu Ko Chuan cuando vanamente intentaba huir del mundo agreste de las impiedades.
En menguada hora y país que nos hincan y nos duelen hasta el hueso, torcidos como alambres en medio del sufrimiento de millones de seres desamparados, domesticados, atolondrados, envilecidos; en esta vida colectiva trasformada en odre vacio de contenidos esenciales o superiores, limitada a lo digestivo y lo alienante por quienes hicieron y hacen de la política abyecto negocio y de los negocios verdaderos mandobles y arcabuces opresores, en este aquí y ahora con demasiada tristeza y desolación, cuando constatamos, en palabras de Arthur Adamov que citara en un poema Roberto Fernández Retamar, que “esos valets de la burguesía que son con demasiada frecuencia los artista”, doblegados cual bisagras, pernoctan sus acomodos tras bambalinas y tanto autoproclamado Intelectual-Conciencia-De-su-Tiempo bailotea su displicencia o su complicidad y tanto poeta de vagido y tontería mora cual tallo estéril, vencido por ausencia de savia y razón de ser (cabe decir, de alma), reconforta saber que hay seres humanos todavía manifiestos, soñadores activos, creadores como Tarek William Saab para quienes vida y poesía, inseparable y omnipresentes, son contingencia y entrega:
Soy un riesgo
y este poema me gusta tanto
como tú….cuerpo de mujer que me enlazas
En las primeras páginas de su libro, Tarek establece el origen de sus cantos, “rescatados entre navajas desde el corazón mismo”. Adentrándonos en la lecturapercibimos que este hálito corpóreo deviene de misteriosa claridad: la de su Mesa de Guanipa natal, poseída de imprevistos duendes borrados por el polvo y la eternidad:
Mi primera edad
sumergida al fondo de un paraíso encantado
El hermoso poema “Memorias del mar negro y la lluvia” navega también aguas adentro. En el universo que nos devela (una hora que Tarek llama “a nada en punto”) por entre la espesa niebla y la marea gris, por sobre el envoltorio de ánimas de la tristeza, una aparición repentina, una paloma reluciente, traza los “límites del eco y el cuchillo”. Nuestro destino, ¿qué es acaso?, se pregunta, irredento y vacilante, el viajero que como en el magno poema de Dante va descubriendo los compartimientos del vivir y finalmente descubre cómo “estamos dentro de las cosas/ Parecidos a una guerra”.
“Los ríos de la ira”, en cambio, se inicia con este verso tajante:
Hoy he dormido con el alto Sol en mi cama
Y a continuación consigna, en lenguaje eficaz, alucinante, a veces desnuda y concientemente cartelario, las causas humanas del iniciado, aquello por lo que vale la pena vivir y perecer:
Escúchame
Hay algo que siempre olvido
Hay algo semejante a una sensación de pérdida
Tú me viste dormir por meses sin ropa, sediento
Mi alma se ha hecho pañuelo de piedra
(Hace un tiempo mi cuerpo se vistió de monte
…no, no soy trébol
Ahora, ahora que caigo a tierra precedido
por la hoguera de Marte
me tocó más cercano y fiel que nunca
De esta manera el texto se despliega en instancias sólo aparentemente disímiles, porque el poeta dolido e insurgente de la primera parte (“Este camino que andamos”) es el mismo ser que hace del amor un absoluto en “Baladas en el reino”: doble insurrección (e iluminación) en cuya ósmosis o permanente mutación tal vez se halla el equilibrio del mundo:
Todo quiere cerrarse en címbalos de rabia
Pero la tibieza de tu olor
aún queda en mis brazos
y un arcángel pasa
y me toca…
Saludo este libro primigenio de Tarek William Saab como compromiso inalienable de esa voluntad que corresponde a uno de los más fulgurantes y dudosos destinos del hombre contemporáneo: el de ser pese a todo (¿porque se tienen las certidumbres del iniciado?) poeta.
Noviembre de 1987