Marcel Proust es considerado uno de los grandes exploradores de la memoria, conocido por su estilo narrativo con frases extensas y complejas. Proust, quien sufría de asma y probablemente no podría pronunciar sus propios párrafos sin cansarse, utilizaba un formato casi sin pausas.
Su influencia en la literatura simbolista, que compartía la idea de un tiempo fluido donde pasado y presente se mezclan, fue notable. Esta visión del tiempo, muy en línea con las teorías del filósofo Henri Bergson y las ideas psicoanalíticas de Freud, influyó también en otros escritores como Virginia Woolf y James Joyce.
A pesar de su importancia, Marcel Proust no comenzó su obra con una clara idea de hacia dónde se dirigía. En 1908, ya había escrito un primer borrador de lo que luego sería «En busca del tiempo perdido», donde aparecía una escena con una tostada empapada en té, que más tarde se transformaría en la famosa magdalena.
Este detalle se convirtió en un símbolo del concepto de «memoria involuntaria». Sin embargo, ¿quién lee hoy los siete tomos de su monumental obra? Sorprendentemente, a pesar de su densidad, la obra de Proust sigue recibiendo atención, sobre todo con la conmemoración del centenario de su muerte en 2022.
Uno de los estudios recientes más interesantes sobre Marcel Proust es El escritor y las ciencias psíquicas de Bertrand Méheust, un experto en ufología y fenómenos paranormales. Méheust plantea que Proust tenía una capacidad extraordinaria para percibir y describir sensaciones sutiles, similar a la de un médium.
Según él, la habilidad de Proust para adentrarse en las profundidades de la psique y extraer recuerdos sensoriales con una precisión sorprendente se asemeja a una «operación mágica», donde el escritor actúa como un vidente que se conecta con el universo a través de su intuición.
El Proust Paranormal
A lo largo de su vida, Marcel Proust estuvo rodeado de figuras del movimiento metapsíquico, en una época donde los fenómenos espiritistas eran populares. Algunos de sus contemporáneos lo consideraban una especie de «médium despierto». Henri Bardac, amigo cercano de Proust, lo describió como alguien con una capacidad de adivinación casi sobrenatural. En una ocasión, Proust, desde su cama, le indicó a Bardac que cerrara la entrada del edificio, pues intuía que estaba entreabierta, lo cual resultó ser cierto.
La obra de Méheust examina la narrativa proustiana desde este ángulo psíquico, destacando momentos en los que el autor hace alusiones a sus propias capacidades perceptivas, aunque con un tono humorístico o encriptado. En su obra Por la parte de Swann, Proust describe una escena en la que predice el color de un castillo, lo que Méheust considera un indicio del «descubrimiento del poder de la videncia» dentro de su escritura.
El Arte de Revelar
Para Marcel Proust, la escritura y la vida estaban profundamente entrelazadas. En El tiempo recobrado, afirmó que «la única vida que se vive de verdad es la literatura». En este sentido, el autor veía el acto de escribir como una forma de «revelar» fragmentos de una verdad oculta, similar a cómo un fotógrafo revela una imagen en su estudio. Según Méheust, esta idea refleja la naturaleza de la narrativa proustiana: un proceso de revelación de experiencias y percepciones que, en última instancia, está oculto en lo intemporal.
La literatura para Proust no era solo un arte, sino una forma de acceder a dimensiones más profundas de la experiencia humana, tal como lo haría un médium en una sesión espiritista.
Así, su obra sigue fascinando, no solo por su complejidad estilística y temática, sino también por la manera en que entrelaza lo visible y lo invisible, lo consciente y lo inconsciente, en un relato que explora los misterios del tiempo, la memoria y la percepción más allá de lo común.
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